jueves, 8 de diciembre de 2011

El estilita

San Simeón el Estilita

Perteneciendo el futuro a los jóvenes, intentas transmitirles tu particular conocimiento de la vida, esperando que pueda servirles para algo. También quieres comprenderlos, para inferir hacia dónde va el mundo. Tropiezas enseguida con un obstáculo formidable: no te entienden, hablan un lenguaje suficientemente distinto como para que el tuyo les resulte incomprensible.

¿Qué puedes hacer?

Insistir, no dejarte llevar por el desánimo, seguir parloteando desde lo alto de esa columna en la que, como los antiguos estilitas, te has subido.

Un estilita anónimo, que podría ser Olo.
Tomado del magnífico blog de Swervy
El subirte a la columna ha sido una decisión inteligente, de eso estás convencido. Aquí arriba quizá puedas evadirte del parloteo de tus contemporáneos y encontrar un lenguaje lo suficientemente intemporal como para que los jóvenes te entiendan. Sabes que las palabras esconden más fuerza que cualquier otra cosa en este mundo. Basta con disponerlas en el orden adecuado para que liberen toda su energía. Nada menos. Eso solamente puede conseguirlo el arte, en la literatura y particularmente en la poesía, que también puede ser canción.

Pronto te das cuenta de que aquí, en la estrechez altiva de la columna, te sobra algo. Se trata de tu utilitarismo, tan pretencioso. Te das cuenta de que desde lo alto te será todavía más difícil transmitirle algo a los jóvenes, que en todo caso se reirán de tu rareza. Pero también descubres que aquí arriba tendrás la oportunidad de disponer las palabras en un orden distinto, creado por ti, sin interferencias.

Un día llegas a tener por fin un puñado de palabras nuevas encerrado dentro de tu puño, y sientes que late como si fuera un pajarillo asustado. Abres la mano y lo expones al viento. Vuela libre. Te es imposible saber dónde terminará cayendo, pero estás seguro de  que su sola presencia en el aire enriquece al mundo, y con esto te basta.

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