No lo esperabas. Y no es que te falte imaginación, muy al contrario, te pasas la vida soñando despierto con acontecimientos extraordinarios, en mundos que quizá no lleguen a existir nunca. Crees que cualquier cosa es posible y siempre estás esperando que algo portentoso suceda.
Pero esto no lo esperabas. Nació de lo más pequeño, de ese rincón poco accesible donde se acumulan el polvo y las basurillas insignificantes. Tú lo viste, pero no te llamó la atención, porque siempre vas buscando las cosas grandes, las importantes.
Sin embargo, aquella miserable pequeñez fue creciendo, adquiriendo forma y calor, aunque todavía era apenas visible. Sin que tuvieras tiempo para reaccionar, dio un salto y se metió dentro de ti, aprovechando un instante en que habías abierto la boca para aspirar un poco de aire fresco. Te molestó, pero no le diste importancia; tragaste y supusiste que eso era todo.
Pero ahora algo misterioso está creciéndote dentro, lo notas, lo sientes, lo sabes. Eso que te crece te está cambiando, porque se va fundiendo en ti, mientras más crece más es tú mismo. Te sientes transformado, sobre todo en tus ojos, que lo van viendo todo de una forma nueva.
Empiezas a sospechar que lo extraordinario no se esconde en lo portentoso, sino en cualquier montocito de polvo. Te gusta esta sospecha. Vas dándote cuenta de que casi todo lo importante en tu vida empieza siendo un encuentro insignificante. Y te sientes, como la mota de polvo, inmenso hacia dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario