Visto el asunto desde la perspectiva de alguien como yo, que no soy economista ni político, las consecuencias de lo que ha pasado en Bruselas en la madrugada del 9 de diciembre de 2011 son incalculables. En efecto:
1).- Inglaterra representa los intereses de la City londinense (10% del PIB inglés se genera en la City), que es casi lo mismo que decir Wall Street, es decir, del capitalismo financiero desrregulado, que recorre el mundo sin control y es el responsable último de la crisis del euro, en sí misma una consecuencia de la crisis de las subprime en 2008, gestada en Wall Street.
La salida de Inglaterra de los acuerdos europeos encaminados a salvar al Euro puede convertirla en un paraíso fiscal grande, lo que es malo para Inglaterra.
A la vez puede permitir a la Europa continental abordar de una vez la regulación financiera, sin la amenaza del veto inglés, defendiendo así al euro de los grandes especuladores globalizados. Todo esto, en última instancia, puede abrir una larga guerra financiera entre el euro y el dólar.
2).- La rígida disciplina fiscal impuesta por Alemania y aceptada por los países de la Eurozona va a afectar el crecimiento económico de ésta, dificultándolo mucho. Esto tiene dos posibles salidas extremas:
a).- El fracaso de la Eurozona, la quiebra del euro y la entrada de Europa en una recesión profunda con consecuencias nefastas para el resto del mundo.
b).- O, contrariamente, la caída definitiva del gran dogma de los economistas, ése de que “sin crecimiento económico no puede haber desarrollo social”. Quizá la Eurozona pueda encontrar una vía de desarrollo (social y cultural, es decir, desarrollo hacia fuera y hacia dentro) sin crecimiento, dejando este crecimiento para los países más pobres, que todavía lo necesitan. Puesto que, en cuanto al crecimiento material, ya no es imprescindible para la Eurozona, sobradamente rica. Pero este renunciar al crecimiento económico, si realmente se produce, puede tener unas consecuencias políticas y sociales, dentro de Europa y en el resto del mundo, incalculables. Y muy positivas. Creo que puede tratarse del único camino para salvar al mundo sin la mediación de una gran guerra.
Yo me siento optimista. Creo que lo que ha pasado en Bruselas puede abrir caminos hacia un mundo nuevo, y comprendo que los que solo son capaces de ver el mundo como lo es hoy se sientan preocupados.
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