Tomado de "el interesante cuerpo humano" |
Si no perteneces a la profesión médica, tienes que sentir de cerca la enfermedad para darte cuenta de que la parte más importante de tu cuerpo, esa que está debajo de tu piel, es para ti una criatura extraña, una perfecta desconocida. A veces oyes los murmullos de tus tripas o los latidos de tu corazón, pero en general vives ignorando la existencia de tu carne y tu sangre. Ahora te asombras, ¿cómo ha sido posible?, te dices. Y la única explicación que encuentras es que el interior de tu cuerpo funciona extraordinariamente bien, sin que tú tengas que intervenir, como si lo gobernara un piloto automático casi perfecto.
Entonces te preguntas qué es lo que tú, esa entidad que se apoda Olo, eres. Y te das cuenta de qué eso a lo que llamas humano y que constituye la mayor parte de ti mismo, es en buena medida incorpóreo. Tú, Olo, consistes sobre todo en un relacionarse con lo que hay fuera de ti. En lo material, eres poco más que tu piel y los sensores que se anclan en ella, además de la parte consciente de tu cerebro, ese puñado de neuronas que alberga a la percepción, la razón y las memorias. Casi todo lo que te constituye a ti, Olo, es inmaterial, o por lo menos su base material nos es todavía (quizá para siempre) absolutamente inexplicable. Tú eres sobre todo tus sueños, tus emociones, tus razonamientos, tus recuerdos, tus proyecciones hacia el futuro, tus sentimientos, es decir, un montón de humo. Todo eso tan volátil es, por otra parte, lo que te da tu sitio en el universo, tu papel en la comedia del mundo, lo que justifica tu existencia.
En este manojo de fantasmas que te constituye, hay uno que te relaciona con el cuerpo en el que te has encarnado. Es el sufrimiento. Eres consciente de la existencia de tu compañero cuerpo, de su caminar junto a ti, cuando te duele. El dolor es el lenguaje extraño que tu cuerpo emplea para hablarte. Ese misterio. Porque el dolor no es siempre odioso. A veces nos desconcierta, cuando se nos aparece como placer, ya que el verdadero placer no puede ser sino una forma del dolor. El dolor/placer no es sino el conjunto de órdenes con el que tu cuerpo, ese amo esclavizante, te impone sus exigencias o te remunera por los servicios que le prestas. Voces de un mismo dueño.
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