Una imagen mala, tomada a unas cinco millas naúticas, con el teleobjetivo y la poca luz del crepúsculo ya cercano. En el centro de la foto se ve el soplo de una ballena azul. No hace más de tres días que empezó a ver estos soplos gente que sale diariamente a la mar. Esta tarde los he visto yo desde mi punto de observación en la costa de Duhatao, al NW de Chiloé.Era un grupo de tres, pero solo esta foto me ha salido medianamente presentable.
¡Llegaron! Y este acontecimiento cíclico, que se repite todos los veranos desde quién sabe cuántos miles de años, no puede sino llenarnos de alegría. Más de doscientas ballenas azules permanecen en estas costas de Chiloé desde mediados de enero hasta fines de marzo o abril, alimentándose de un krill local, que no es el krill antártico, y cuya razón de existir tiene que ver con las fuertes corrientes de marea que se entablan en todo el mar interior de Chiloé, y vienen y van por el canal de Chacao, provocando turbulencias que levantan el barro del fondo de la mar, que es alimento mineral para el plankton y va creando vida a través de una cadena trófica que termina en la ballena azul, el más grande de los animales que pueblan la Tierra.
¡Llegaron! Eso es sencillamente todo, un suspiro de alivio y un calor de satisfacción en el centro del pecho. Bienvenidas seáis a Chiloé.
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