La Semana Santa es sin duda la gran fiesta anual de los sevillanos. Naturalmente se trata de una fiesta religiosa, pero rebosante de emoción y belleza, eso es lo que la convierte en un espectáculo capaz de conmover no solo a la gente de Sevilla, sino a cualquier persona sensible, sea o no cristiana, crea o no en Dios o en cualquier otra clase de trascendencia.
Desde un punto de vista instrumental, el esquema de esta celebración es muy sencillo. En todas y cada una de las iglesias de Sevilla hay Hermandades de cofrades, que veneran imágenes de Jesús, la Virgen María y algunas escenas de la Pasión y las llevan una vez al año en procesión hasta la catedral y vuelta, llamándose a este paseo la carrera. Los cofrades son llamados nazarenos y acompañan a sus imágenes en largas filas de a dos, vistiendo túnicas y antifaces copudos, llamados capirotes, parecidos en su aspecto a los del KuKluxKlan, a la vez que portan cirios encendidos. Las imágenes van sobre grandes carrozas llamadas pasos, bajo los cuales se disponen alrededor de dos docenas de hombres que los portan sobre su cuello. Como este cuello está protegido por un saco o costal, a estos hombres se les llama costaleros.
En el collage de arriba se muestran, de izquierda a derecha, los costaleros, que cuando en acción van escondidos bajo los pasos; las filas de nazarenos con cirios que acompañan a los pasos hasta la catedral; y un paso de Virgen.
En el esquema de la izquierda se muestran las distintas capas que componen un paso de Virgen. Resulta finalmente una estructura bellísima y muy equilibrada. Esa belleza se llena de ensueños cuando una vez que anochece se encienden todas las velas.
Toda la ciudad de Sevilla se vuelca en su Semana Santa. Todos, es decir, ricos y pobres, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, serios y guasones, barrios periféricos y centro de la ciudad. Esto significa que hay muchas Semanas Santas diferentes. Al lado de Hermandades muy serias como el Gran Poder, en la que el silencio absoluto y una férrea disciplina son obligados durante la carrera, hay otras muy populares y castizas, como la Macarena, donde participa todo el pueblo sevillano en un tono de alegría y apasionado amor a la Virgen. Esta Virgen de la Esperanza Macarena, de la que hoy me ocupo especialmente, es muy guapa, así lo diría un sevillano queriendo significar que se trata de una imagen muy bella.
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La Virgen de la Esperanza Macarena |
Además va adornada con espléndida riqueza. La corona es espectacular y las cinco flores que lleva en el pecho, hecha cada una de un diamante central y seis esmeraldas rodeándolo, son unas joyas impresionantes. Pero esta magnificencia sirve para poner de manifiesto cómo, en medio de ella, el rostro desnudo y bello de la Virgen, con sus dos lágrimas, tiene todo el protagonismo, brillando mucho más que los tesoros que lo rodean.
Puede verse claramente en estos detalles que la espiritualidad sevillana no es recoleta y mística como la castellana, sino barroca, brillante, volcada hacia el exterior, cargada de emoción y pasión. No por ello es esta andaluza menos espiritual que aquella castellana, sino simplemente distinta. Ya lo he dicho en otra entrada sobre la Semana Santa en este mismo blog. Mientras que la religiosidad castellana es más sobria y honda, basada en un sentimiento ético de la vida, la andaluza y más en particular la sevillana es barroca, abierta, expansiva, apasionada, basada en un sentimiento estético de la vida. Las dos son igualmente capaces de acercar a los humanos a Dios, por caminos distintos pero con los mismos efectos.
Esta Semana Santa del 2013 ha sido muy dificultada por la lluvia. Ni las imágenes ni los pasos soportarían mojarse sin sufrir grandes daños, así que la mayoría de las Hermandades no han podido hacer su carrera. Pero durante la madrugada del jueves al viernes santo el tiempo fue bueno y las Hermandades de la Madrugá, entre ellas la Macarena, sí pudieron salir. Ella lo hizo hacia las dos de la madrugada, estuvo toda la noche haciendo la carrera, y cuando ya estaba de vuelta muy cerca de su templo, hacia las diez de la mañana del viernes, amenazó un chaparrón y los nazarenos tuvieron que darse prisa para proteger sus imágenes. Yo lo estaba viendo todo a través de una televisión regional, Canal Sur. Tomé algunas fotos con mi celular Android e hice un par de collages que presento aquí para dar una idea del espectáculo lleno de calor humano que es una de estas entradas.
La Macarena está entrando ya en su templo. Desde el balcón de la casa Hermandad, cubierto por un tapiz verde, dos cantaores de saetas, mujer y hombre, elegidos entre lo mejor que pueda encontrarse en Sevilla, le cantan cada uno su saeta a la Virgen.
Él es Manuel Cuevas, cliqueando su nombre puede verse un vídeo de este cantar
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Ella se llama Joana Jimenez, y aunque todavía no ha parecido el vídeo de su saeta de este año, cliqueando su nombre puede verse el de la que le cantó a la Virgen Macarena en la entrada del año pasado.
Otro video recomendable para tener una idea animada de estas entradas es el de la correspondiente al año 2010.
En estas fotos tomadas de la TV esta mañana, cuando entraba la Virgen en su templo, quiero poner de manifiesto algunos aspectos humanos de los muchos que rodean a la Semana Santa Sevillana.
La primera y la última fotos muestran la aglomeración caótica que se forma cuando el paso de la Virgen está entrando en su templo. Allí no hay reglas ni jerarquías, desde el Hermano Mayor hasta el último turista despistado, todos los que el azar o el conocimiento han llevado hasta allí, se mueven alrededor de la Virgen con el mismo derecho. En la foto cuarta se muestra a la banda de música mezclada desordenadamente con un público que ha roto todas las barreras. No pasa nada, la música sigue.
Y lo que resulta siempre, en todas las circunstancias y en cualquier Hermandad de la Semana Santa, es un caos ordenado. ¿Se me ha entendido, se ha visto la contradicción que acabo de presentar? Un CAOS... ORDENADO. Todo lo que tiene que pasar pasa de la forma prevista, nadie, por decirlo así, saca los pies del plato. Esto es un triunfo del individualismo civilizado del Sur de España y quizá también, por qué no, un milagro de la Virgen.
Los que han acudido allí para acompañar a la Macarena en su entrada lo han hecho dispuestos a todo. Ha empezado a llover... y han abierto sus paraguas.
La foto segunda muestra algunas jóvenes nazarenas y un niño subidas a las columnas del atrio para ver mejor cómo entra la Virgen. Ellas, que han caminado con sus cirios encendidos y a cuestas durante toda la noche, visten sus túnicas blancas y se han quitado los capirotes de terciopelo azul, que tienen en sus brazos. Tradicionalmente en las procesiones no se permitían las nazarenas, todos los nazarenos eran varones. Pero hace ya bastantes años que las mujeres sevillanas dijeron que eso no lo podían consentir y empezaron a salir nazarenas junto con los nazarenos. Esta igualación de los sexos tuvo lugar en las cofradías de Semana Santa mucho antes que en otros actos religiosos católicos. Hoy en la mayoría de las hermandades sevillanas, la participación de los dos sexos está igualada.
En la foto tercera una nazarena muy joven, que acaba de quitarse el capirote, llora al paso de la Virgen. Manifiesta así, simplemente, su emoción, que es su alegría. Un sentimiento quizá superficialmente parecido al que tendría una fan al paso de su cantante pop favorito, pero con otras raíces, seguramente más profundas.