Vladimir Kush.- Flecha del tiempo |
Don Quijote es quizá el primer héroe literario cuyo objetivo
fundamental es revertir lo irreversible y reparar lo irreparable. Así lo
declaraba Cervantes en el Capítulo II de su novela, expresando la intención del Caballero
Andante de cabalgar por la vida en busca de “los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar,
sinrazones que enmendar y abusos que
mejorar y deudas que
satisfacer”. Y en verdad
que Don Quijote lo intenta, de hecho pone toda su vida en ello. De manera que
la primera lección que nos da es que lo
absolutamente crucial, lo indispensable, el deber moral de cualquiera, no está
en revertir finalmente lo irreversible o reparar lo irreparable, sino en
poniéndose en ello, luchar valientemente por conseguirlo. Pero esto no es crucial porque sea
la expresión de una obligada buena voluntad, sino porque en el entorno de lo
humano lo irreversible puede hacerse reversible, lo irreparable puede
repararse, solo es preciso luchar por ello. Siempre, siempre, siempre, en tanto siga vivo, tiene un humano la
oportunidad de arrepentirse y ser perdonado, de aceptar el arrepentimiento y
perdonar, para empezar otra vez, en definitiva.
Este es el mensaje fundamental
de optimismo acerca de la vida que Don Quijote con su compromiso nos transmite.
Merece la pena hacer el bien, dar otra oportunidad, recuperar la fe que se
había perdido, porque con nuestra ayuda lo bueno, lo justo, lo decente,
terminan muchas veces saliéndose con la suya. Un mensaje que es absolutamente revolucionario y está
en todas las grandes religiones y en el fondo moral de cualquier ser humano,
crea éste o no en lo trascendente.
El tiempo físico, ese que miden los relojes y que se corresponde con el que definió Aristóteles y aplicaron tanto Newton como Einstein a sus visiones del mundo, es irreversible. La flecha de este tiempo tiene una sola punta que se dirige hacia el futuro.
Pero el tiempo interior humano, ese que rige las operaciones de nuestros cerebros y mide el transcurrir de nuestras vidas, no lo es.
Gracias a nuestras memorias cerebrales somos capaces de desplazarnos desde el
pasado al futuro y vuelta cuando y como queramos, de manera que nuestra vida interior es algo más que un
simple instante en el presente, es además una memoria del pasado y unas
expectativas (que son también memoria) del futuro.
Operando nuestros cerebros con pasado, presente y futuro, gracias a su formidable potencia y complejidad, nos hacen capaces
de reconstruir un orden (un significado, un propósito) a partir del
desorden más estrepitoso y caótico. Además podemos intuir y dando un paso más
allá inventar, soluciones que nunca habían existido, así como somos capaces de
imaginar y convertir en reales escenarios que nunca antes habíamos pensado o
que en otro momento nos habrían resultado inconcebibles.
Estas constataciones deberían llenarnos de un optimismo responsable.
Los humanos somos capaces de reparar, rectificar y revertir las averías y bloqueos a las que nos han ido llevando nuestras circunstancias. Estas capacidades incluso pueden haber sido más importantes para nuestra supervivencia que las
de imaginar, inventar y descubrir. Somos capaces de empezar de nuevo, de
perdonar, pedir perdón, abrazarnos después de una pelea y hasta poner la
otra mejilla como método fundamental para desarmar al que nos detesta y amenaza.
Quizá sean estas capacidades reversoras y reparativas las que nos hacen verdaderamente
fuertes. En cualquier caso, son sin duda las que nos acercan más a la
posibilidad de ser moderadamente felices.
Vladimir Kush.- Espiral del tiempo |
No hay comentarios:
Publicar un comentario