Ayer murió el presidente Chávez de Venezuela. Ejemplo de líder populista, con una fuerte personalidad, siempre me
recordó a José Dolores, el esclavo que se levanta contra un régimen colonial en la película
Queimada (1969) de Gillo Pontecorvo.
El drama
de muchos populismos ha sido
relativamente simple. En un país con grandes diferencias
sociales, una minoría dominante muy rica frente a
una mayoría pobre e ignorante y entre
ellas una incipiente clase media, se rebela un líder
carismático en nombre del pueblo para
acabar con la injusticia. Pero por buenas que hayan sido sus intenciones
iniciales, acaba actuando no en nombre del pueblo, que en términos democráticos equivale a la ciudadanía en su conjunto, sino de la parte más empobrecida del pueblo, y no en contra de la minoría antes dominante, que fácilmente
se le escapa, sino de la incipiente clase media. Se establece así un régimen que ya no es
revolucionario sino clientelar y populista, con una casta política o políticomilitar que se mantiene
demagógicamente en el poder y fácilmente se corrompe, unas masas populares que reciben una
parte ahora mayor de la riqueza del país pero como donaciones que no le
permiten salir de su empobrecida ignorancia, y una clase media absolutamente
machacada, incapaz de promover el desarrollo social y económico del país. En definitiva, un círculo vicioso con muy difícil
salida.
¿Ha sido este el caso de la
Venezuela de Chávez? Yo no lo sé, no conozco suficientemente ese país. Si sé dos cosas: que muchos pequeños empresarios venezolanos, representantes de una clase media
emergente, se han arruinado con el chavismo, y que la inseguridad ha aumentado
mucho en las calles de Venezuela.
En
cualquier caso, no me permito dudar de la buena voluntad que Chávez haya podido tener en su lucha por una revolución bolivariana. Lo malo es que en este mundo maldito casi
nunca es suficiente con la buena voluntad, y la ley de Murphy suele tener una
aplicación generalizada e implacable.
Por otra
parte, el populismo está presente en muchos otros
escenarios y circunstancias, siendo una amenaza importante para el desarrollo
democrático. En casi todos los casos
de populismo se dan las mismas circunstancias sociológicas, una masa social empobrecida que se presta a la
demagogia, arrogándose la condición de “pueblo” cuando solo representa a una parte del pueblo. Pasó en México durante muchos años, ha sido (¿sigue siendo?) el caso en
Argentina quizá como consecuencia del peso
excesivo de Buenos Aires, lo es en las regiones más
atrasadas de España, en fin, que el populismo
está presente en el ancho mundo y
ante la crisis profunda del capitalismo neoliberal, puede tener mucho futuro
por delante. Eso sí, para mal de la democracia y
el progreso. Porque el populismo, cuando las cosas se calientan, puede ser una
puerta de entrada al fascismo.
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