sábado, 16 de marzo de 2013

Sí a la vida


La vida se nos da. Como don que es, muchas veces no sabemos apreciarla en todo lo que vale.

La vida es un grito de alegría. El simple hecho de vivir, inseparable por cierto del de compartir tu vida con los demás, es un acontecimiento tan extraordinario, tan precioso e indiscutible, que nunca debería dejar de asombrarnos.

Pero vivir en plenitud es amar. El amor a los demás, a todo y todos los que conviven contigo, es la manifestación más completa y auténtica de que vives plenamente.

Amas cuando te vacías gozosamente para los otros y en los otros. Les abres un hueco en lo más sagrado y apreciado de ti mismo donde puedan reposar y abrigarse, sintiéndose protegidos y amados. A la vez aceptas el hueco que los otros abren dentro de ellos para ti y tienes la generosidad de habitarlo.

Vivir es una afirmación, un paso adelante, un ir más allá del desfallecimiento, un no dejar nunca de decirle SÍ a esa vida que te amanece cada día. Es también, cuando se te vaya acercando la hora indiscutible de la muerte, no dejarte morir sino morir viviendo.

Es normal que una gaviota se canse a veces de seguir volando contra el viento.
Pero no por ello deja de ceñirlo, como un barco velero, en un hermoso vértigo.

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