La vida
se nos da. Como don que es, muchas veces no sabemos apreciarla en todo lo que vale.
La vida
es un grito de alegría. El simple hecho de vivir,
inseparable por cierto del de compartir tu vida con los demás, es un acontecimiento tan extraordinario, tan precioso e
indiscutible, que nunca debería dejar de asombrarnos.
Pero
vivir en plenitud es amar. El amor a los demás,
a todo y todos los que conviven contigo, es la manifestación más completa y auténtica de que vives plenamente.
Amas
cuando te vacías gozosamente para los otros
y en los otros. Les abres un hueco en lo más sagrado y apreciado de ti
mismo donde puedan reposar y abrigarse, sintiéndose
protegidos y amados. A la vez aceptas el hueco que los otros abren dentro de
ellos para ti y tienes la generosidad de habitarlo.
Vivir es
una afirmación, un paso adelante, un ir más allá del desfallecimiento, un no
dejar nunca de decirle SÍ a esa vida que te amanece cada día. Es también, cuando se te vaya acercando
la hora indiscutible de la muerte, no dejarte morir sino morir viviendo.
Es
normal que una gaviota se canse a veces de seguir volando contra el viento. Pero no por ello deja de ceñirlo, como un barco velero, en un hermoso vértigo. |
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