Manolo Fuster (1979).- Un tiempo, un momento, un paso... |
Ese transcurrir del tiempo tiene muchas escalas.
Está la diaria, que se revela cuando te acuestas por la
noche y haces un repaso fugaz de los acontecimientos del día. Algunos de estos
días están cargados de sucesos y tú los sientes como larguísimos, en otros no
ha pasado nada relevante y a esa hora avanzada de la noche te das cuenta de que
los has perdido para siempre, por eso sientes un pellizquito de angustia.
Está la escala semanal, que se te pone agudamente de
manifiesto los domingos por la tarde, sin duda el espacio de tiempo más
aburrido y hasta triste de la semana. Se acabó una, mañana lunes empezará otra,
por eso tú te sientes ahora en un vacío existencial, entre dos mundos, y se te
viene a la boca del alma el sabor amargo que también tiene el vivir.
La escala mensual es casi nada más que una mancha en el
calendario. A ti te afecta poco, salvo en que cuando termina un mes cobras tu
sueldo, pero si no te van mal las cosas y careces de deudas apenas lo notas.
Eso sí, el final de febrero es simpático, esos días que le faltan llaman tu
atención, sientes como si un duende travieso se los hubiera llevado para jugar
con ellos en un cuerno de la Luna. Y las cercanías de la Navidad, en la segunda
mitad de diciembre, siempre tendrán para ti un sabor mágico a esperanza.
Luego está la importantísima escala de las estaciones, esa
que inmortalizó el genio de Vivaldi. La primavera llega siempre con una alegría
arrolladora, el invierno te hace acordarte de aquélla camita tibia que tenías siendo
un niño, cuando tu mamá te metía bajo las coberturas una botella de agua caliente
para los pies helados, te rebozaba las sábanas bien pegaditas alrededor del
cuello para que no pudiera entrar el frio bajo ellas y te daba un beso, que
exorcizaba a todos los demonios de la oscuridad.
La escala de los años explota dentro de tu alma en dos
fechas destacadas. Cuando los cumples, que tienes la estúpida sensación de que
ya eres un año más viejo, lo cual es falso porque el transcurrir del tiempo es
continuo, y en la Nochevieja, que te trae esa magia de los escasos momentos de
la vida en que te está permitido volver a empezar, lo cual te llena de
propósitos.
Finalmente está la escala de la vida entera, la de los
tiempos largos, esa que se te descubre súbitamente cuando te encuentras con un
viejo amigo o recuperas una foto de tu mujer cuando eráis novios o de tus hijos
cuando eran pequeños o recuerdas como por encanto a un viejo amor que hace
mucho que se fue. Esa escala… que es en definitiva la única escala que tiene
verdaderamente un significado… a ti, que nunca le tuviste miedo a la vida, no
te asusta. Muy al contrario, cuando de vez en cuando se te aparece notas cómo,
con cuánta intensidad, se te calienta el corazón.
¡Diablos!, es que
verdaderamente vale la pena el vivir…
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