miércoles, 6 de marzo de 2013

Sobre la belleza

Botticelli (1483).- El nacimiento de Venus.
Toda la belleza de las simetrías.
El primer tratado que Plotino escribió (Enéadas I-6)  trata de la Belleza.  Lo leí  hace años, cuando yo estaba interesado en los místicos y buscaba en Plotino sus escritos  espirituales. 

La lectura de Plotino es difícil, hay que hacerla despacio, paladeando a conciencia los textos, como pasa con todos los buenos filósofos, que cuidan cómo escriben lo que piensan con la misma inspirada exactitud que  los buenos poetas.


En Plotino encontré dos tesoros que no han dejado de acompañarme. 

El primero, su antropología tricotómica, tan propia de un místico de verdad, según la cual la naturaleza humana contiene tres capas o niveles, espíritu, alma y cuerpo, los cuales para Plotino son un reflejo de las tres categorías de emanaciones que procedentes del Uno forman nuestro universo: el nous o espíritu, sede de las ideas, el anima, sede de las leyes y la lógica, y los cuatro elementos , aire, agua, tierra y fuego, sede  de la materia, la energía y el movimiento.

El segundo tesoro que Plotino me dio fue su visión de la Belleza, cuya consideración es el objetivo de esta entrada. Plotino trata en el libro sexto de la Enéada primera de lo bello en todo lo existente, es decir, considera tanto la belleza espiritual (que captamos a través de la contemplación), como la mental (que derivamos del razonamiento) y la material (que percibimos a través de nuestros sentidos). Pero yo me voy a limitar a exponer lo que Plotino me enseñó acerca de lo que es la belleza en un ser humano, sea éste infante, hombre, mujer o anciano.

Hay dos categorías bien distintas de belleza en un ser humano.

Una es  estrictamente  material y la percibimos a través de nuestros sentidos, principalmente el de la vista. Se trata por tanto de la belleza del cuerpo. Plotino dice que está hecha de armonías, de equilibrios, y se presenta en forma de simetrías. Esta es la belleza que cuando presente en un cuerpo de mujer puede dejarnos a los hombres helados de admiración o ardiendo de atracción, y a la recíproca en cuanto a géneros. También la que nos embelesa en un niño o nos admira en un anciano. No es necesariamente una belleza estática, puramente geométrica, tal y como puede estar patente en la foto de una mujer hermosa o en una pintura o escultura, sino que puede ser dinámica,  manifiestándose así en la danza o más en general en la forma de moverse y expresarse, traducible al lenguaje común como encanto, atractivo o sex appeal.

Pero hay otra categoría de belleza, superior a la descrita, que ya no puede ser estática, sino dinámica, pero no solo dinámica, sino dotada además de una dirección, y no de cualquier dirección, sino de la que conduce, en la terminología de Plotino hacia el Uno.  Es por lo tanto una belleza asimétrica, en flecha, dotada de orientación. Se trata, siempre siguiendo a Plotino, de lo que sobrepasando la estricta simetría de la belleza corporal surge como asimétricamente anímico en lo corporal y hasta como asimétricamente espiritual en lo anímico.

Saliendo ya de Plotino e intentando expresar su visión en mi propio lenguaje, esta segunda categoría lo es de una belleza que tú no captas ni mides con tus sentidos, sino con tu empatía, con tu capacidad de intuir y contemplar las cosas inefables que se desprenden de ese ser humano vivo que está a tu lado transmitiéndote toda esa belleza inmaterial y asimétrica, haciéndote que simpatices con él y quizá hasta cautivándote, incluso enamorándote. Puede tratarse de la ingenua esperanza que rebosa de los ojos de un niño enfermo o simplemente de tu hijo, o de la inocencia que exhibe en su forma de moverse una joven físicamente bella que también puede ser tu hija, el brillo de inteligencia y candor en los hermosos ojos de una mujer, la juventud que se ha conservado inalterada en las pupilas de una anciana, el valor, la esperanza, la determinación, la fe, la ternura, el desprendimiento, la inteligencia, el espíritu crítico, que uno puede llegar a captar en tantas miradas y no solo en los ojos, sino en las manos, los cuerpos, las formas de andar, mirar, reír, hablar, las reacciones al equivocarse, discutir, enfrentarse con una situación inesperada… todo eso, esa inmensidad de percepciones sensoriales que tu tienes de los demás y en las que puede ponerse de manifiesto una belleza interior que desborda el mundo de las simetrías porque es anímica o espiritual y está orientada hacia lo constructivo, en última instancia hacia lo que los filósofos llaman la plenitud del ser, esa en la que tenemos que caber todos.

Viéndolo así, uno llega enseguida a la conclusión de que el mundo y nuestra vida cotidiana están llenos de bellezas asimétricas que esperan a que las descubramos. Solamente tenemos que prepararnos lo mejor posible para hacerlo. Unos, naturalmente, tienen que prepararse más que otros. Particularmente ese es el caso de los que como yo son melancólicos e introvertidos, ¡Nos cuesta tanto apreciar lo mucho que no nos interesa ver! Peor todavía: en ocasiones los rostros y los cuerpos de los que tenemos cerca los convertimos en espejos donde nos contemplamos a nosotros mismos. Y así nos perdemos ¡tántas, tántas  bellezas!...

Para captar las bellezas asimétricas conviene abstraerse del conjunto de la figura y fijarse en los detalles. Por ejemplo en los ojos. ¡Cuántas cosas gritan y revelan dos ojos humanos! 
En este collage:
1.- Grace Kelly, mi "admiradísima" cuando yo era un adolescente.
2.- Stephen Hawking, premio Nóbel de Física.
3.- Niño anónimo hospitalizado.
4.- Madre Teresa de Calcuta.
5.- Indira Gandhi.
6.- Marilyn, mi otra "admiradísima".
7.- Niño anónimo en la intifada palestina.
8.- Mahatma Gandhi.

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