Botticelli (1483).- El nacimiento de Venus. Toda la belleza de las simetrías. |
La lectura de Plotino es difícil, hay que hacerla despacio, paladeando a conciencia los textos, como pasa con todos los buenos filósofos, que cuidan cómo escriben lo que piensan con la misma inspirada exactitud que los buenos poetas.
En Plotino encontré
dos tesoros que no han dejado de acompañarme.
El primero, su antropología
tricotómica, tan propia de un místico de verdad, según la cual la naturaleza
humana contiene tres capas o niveles, espíritu, alma y cuerpo, los cuales para Plotino son un reflejo de las tres categorías de emanaciones que procedentes del
Uno forman nuestro universo: el nous o espíritu,
sede de las ideas, el anima, sede de las leyes y la lógica, y los cuatro elementos , aire, agua, tierra y fuego, sede de la materia, la energía y el movimiento.
El segundo tesoro que Plotino me
dio fue su visión de la Belleza, cuya consideración es el objetivo de esta
entrada. Plotino trata en el libro sexto de la Enéada primera de lo bello en todo lo existente, es decir, considera tanto la
belleza espiritual (que captamos a través de la contemplación), como la mental (que
derivamos del razonamiento) y la material (que percibimos a través de nuestros
sentidos). Pero yo me voy a limitar a exponer lo que Plotino me enseñó acerca
de lo que es la belleza en un ser humano, sea éste infante, hombre, mujer o
anciano.
Hay dos categorías bien distintas de belleza en un ser humano.
Una es estrictamente material y la percibimos a través de nuestros
sentidos, principalmente el de la vista. Se trata por tanto de la belleza del cuerpo. Plotino
dice que está hecha de armonías, de
equilibrios, y se presenta en forma de simetrías. Esta es la belleza que cuando
presente en un cuerpo de mujer puede dejarnos a los hombres helados de admiración o ardiendo
de atracción, y a la recíproca en cuanto a géneros. También la que nos embelesa en un niño o nos admira en un anciano. No es necesariamente una belleza
estática, puramente geométrica, tal y como puede estar patente en la foto de una mujer hermosa o en
una pintura o escultura, sino que puede ser dinámica, manifiestándose así en la danza o más en general en la forma de moverse y expresarse, traducible al
lenguaje común como encanto, atractivo o sex
appeal.
Pero hay otra categoría de
belleza, superior a la descrita, que ya no puede ser estática, sino dinámica, pero no solo dinámica,
sino dotada además de una dirección, y no de cualquier dirección, sino de la que
conduce, en la terminología de Plotino hacia el Uno. Es por lo tanto una belleza asimétrica, en flecha, dotada de orientación. Se trata,
siempre siguiendo a Plotino, de lo que sobrepasando la estricta simetría de la belleza corporal surge como asimétricamente anímico en lo corporal y hasta como asimétricamente espiritual en lo anímico.
Saliendo ya de Plotino e
intentando expresar su visión en mi propio lenguaje, esta segunda categoría lo es de una belleza que tú no captas ni mides con tus sentidos, sino con tu empatía, con tu capacidad de intuir y contemplar las cosas inefables que se
desprenden de ese ser humano vivo que está a tu lado transmitiéndote toda esa belleza inmaterial y asimétrica, haciéndote que simpatices con él y quizá hasta cautivándote, incluso enamorándote. Puede tratarse de la ingenua esperanza que rebosa de los ojos de un niño enfermo o simplemente de tu hijo, o de la inocencia que exhibe en
su forma de moverse una joven físicamente bella que también puede ser tu hija, el brillo de inteligencia y candor en
los hermosos ojos de una mujer, la juventud que se ha conservado inalterada
en las pupilas de una anciana, el valor, la esperanza, la determinación, la fe,
la ternura, el desprendimiento, la inteligencia, el espíritu crítico, que uno puede llegar a captar en tantas miradas
y no solo en los ojos, sino en las manos, los cuerpos, las formas de andar, mirar,
reír, hablar, las reacciones al equivocarse, discutir, enfrentarse con una
situación inesperada… todo eso, esa inmensidad de percepciones sensoriales que tu
tienes de los demás y en las que puede ponerse de manifiesto una belleza interior que desborda el mundo de las simetrías porque es anímica o espiritual y está orientada hacia lo constructivo, en última instancia hacia lo que los filósofos llaman la plenitud del ser, esa en la que tenemos que caber todos.
Viéndolo así, uno llega enseguida a la conclusión de que el mundo y nuestra vida cotidiana están llenos de bellezas asimétricas que esperan a que las descubramos. Solamente tenemos que prepararnos lo mejor posible para hacerlo. Unos, naturalmente, tienen que prepararse más que otros. Particularmente ese es el caso de los que como yo son melancólicos e introvertidos, ¡Nos cuesta tanto apreciar lo mucho que no nos interesa ver! Peor todavía: en ocasiones los rostros y los cuerpos de los que tenemos cerca los convertimos en espejos donde nos contemplamos a nosotros mismos. Y así nos perdemos ¡tántas, tántas bellezas!...
No hay comentarios:
Publicar un comentario