domingo, 17 de marzo de 2013

Himno a la cobardía

Abstracto en gris

Sospechas que al otro lado de la pared alguien puede estar sufriendo. Sientes el impulso de acudir en su ayuda. Pero ¿y si es al revés, si los gritos que oyes son de alegría y no de dolor? El tabique más bien parece un muro, es sólido, quizá de hormigón, sólo deja pasar sonidos graves, distorsionados, que los hace confusos, ambiguos.

No sabes qué hacer. Podrías salir a la calle, avanzar por el pasillo exterior de ese motel perdido en la llanura cubierta por la niebla nocturna y llamar a la puerta de la habitación vecina, luego preguntar si necesita(n) ayuda.

Pero no te atreves a hacerlo, te quedarás con las dudas de sí pudiste ayudar en algo, echar una mano. Tu única certeza en esta noche en la que te tapas la cabeza con la almohada para no escuchar los rumores sordos de lo que podría ser sufrimiento... tu única certeza... es que siempre has sido un cobarde.

El mundo está lleno, por cierto, de dudas de esta clase. Doblas una esquina y en la calle solitaria ves a un hombre que se queja tendido en el suelo. ¿Estará herido, enfermo o simplemente borracho? ¿Te atacará cuando te acerques, te ensuciará con sus vómitos o su sangre? Sientes ganas de huir corriendo.

Pobre, miserable cobarde. Tú y los que son como tú estáis cubiertos por una capa espesa de polvo  insolidario.  Vivís en madrigueras, estáis  a punto de perderos, se os acaba el tiempo.

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