lunes, 11 de marzo de 2013

Bergson y el amor.

Bergson (1859-1941)

Leyendo  a Bergson, el gran filósofo francés, el de la Evolution Creative y la Durée. Es uno de esos afortunados escritores filósofos tan inspirador que nada más empezar a leerlo ya notas cómo se va desarrollando en tu cerebro un discurso paralelo a lo que lees.

Lo que Bergson me va inspirando es heterodoxo y además está enlazado con el pensamiento de Heráclito (esto último lo explicaré en otro momento). Entiendo que Bergson acusa a los filósofos de no haber sabido liberar su pensamiento del marco espaciotemporal en el que forzosamente se producen las percepciones sensoriales: ver, oir, oler, gustar y tocar. Ese sería el caso, entre muchos otros, del insigne Kant, que parte de la existencia en nuestro cerebro de una intuición del espacio/tiempo previa a la percepción sensorial y necesaria no solo para que ésta sea posible, sino para que lo sea también el pensamiento más abstracto.

Pero Bergson sugiere que no tiene por qué ser así. Pone el ejemplo de los sentimientos y las emociones, como el amor, la pasión, la alegría, la amistad, el odio, el miedo, la angustia. Considera (y trata de probar) que en ninguno de ellos puede hablarse de qué tamaño tienen (espacio) o cuánto han durado (tiempo). Porque no son cantidades, sino calidades. Bergson lo expresa también metafóricamente diciendo que no son cantidades, sino tonalidades, colores que impregnan el espacio del alma y todo lo que éste contiene.

Me hace evocar la diferencia que existe en Física entre vector y campo. Por ejemplo en la gravitación. El campo gravitatorio llena todo el espacio, pero sin ponerse de manifiesto por sí mismo. Está sin estar. Para que el campo gravitatorio dé señal de existencia hace falta que  esté presente en él un espaciotiempo, es decir, una masa en movimiento. Entonces esta masa se ve sometida a la aceleración de la gravedad, aquel 9,8 m/s2 que nos enseñaron en la escuela. Hasta tal punto un campo es difícil de entender, que quizá el más grande misterio de la Física todavía sin resolver es el de comprender la naturaleza de la gravitación.

La idea que Bergson me inspira (no lo acuso directamente a él) está cargada de fuerza y además es hasta poética. Tomemos como ejemplo de lo que quiero decir al amor. Es un campo, no un vector. Si yo te amo a ti esto jamás puede manifestarse como un vector de amor, que no existe. No puede decirse que yo te amo mucho o poco, tanto o cuanto. Sino que ese amor que yo siento por ti es un campo que demuestra su existencia modificando el resto de mis  relaciones, espaciotemporales o no, contigo. Porque te amo me acerco más a ti, estoy dispuesto a cambiar mi rumbo por ti, te necesito más, siento más nostalgia durante tu ausencia, me emociona tu cercanía, etc. 

¿A que es bonito? Y puede que hasta cierto.

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