Esta mañana me he visto reflejado en la gran pantalla TFT de
mi ordenador de sobremesa, ha sido solo un instante, pero me ha bastado para sorprender
a mi fuerza. Porque el reflejo había dejado atrás todo lo que no era esa visión.
Mi fuerza, sí, esa fuerza interior que hay en mí y que no
tiene nada que ver con la inteligencia práctica. Esa que es pura energía, sin
patria ni credo, siempre lista para ponerse al servicio de cualquier meta que
mi cerebro le trace. Que no le tiene miedo a nada ni se rinde ante nadie, salvo
cuando mi cerebro o mi corazón le dicen “basta ya”.
Esa fuerza es la esclava de los que viven en mi morada
interior, ella está allí dentro para servirlos. Es muda pero no sorda. Se esconde en el músculo y el hueso, el tendón y el nervio que sostienen a mi voluntad, la cual gracias a su apoyo se convierte
en propósito, aguantando los pulsos que le echa la vida. Vibra en los circuitos cerebrales que
ayudan a mi inteligencia a reorganizarse como lucidez. Luce en el voltaje electroquímico que
mantiene a todas mis memorias encendidas, listas para ser consultadas y
alumbrar nuevos escenarios pasados o futuros. De estos modos es el fundamento
de todo lo demás que termino siendo yo, aunque casi siempre, humilde servidora
como es, me pasa desapercibida.
¿De dónde procede esta fuerza? Se trata de una pregunta sin
respuesta, porque ella es el basamento de todo lo que soy, mi causa primera.
Posiblemente está distribuida entre los millones de células que me constituyen,
fabricándose continuamente en sus mitocondrias, convirtiendo todo lo que la
naturaleza me da, el aire que respiro, el agua que bebo, el alimento que como,
el abrigo y el calor que me protegen de lo de fuera, en energía vital. Pero
también está distribuida, más específicamente, entre los millones de neuronas
que integran mi cerebro, convirtiendo el afecto, el odio, el amor, la exigencia,
la inspiración que recibo de todos aquellos a los que les importo en energía emocional.
El caso es que esta total fuerza misteriosa no solo es la suma de millones de
cuantos de energía vital y emocional, sino que además y sobre todo es en su
totalidad muchísimo más que esa suma.
Esta fuerza es la vida, mi vida en toda su extensión e
intensidad. Como lo es la tuya, la suya, la de todos y la de cada uno. Está ahí dentro para servirnos.
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