sábado, 23 de marzo de 2013

La hipótesis parapsicológica


No entiendo por qué muchos que presumen de tener una mente racional se niegan a aceptar la posibilidad de existencia de modos de energía que nos son totalmente desconocidos.

Van Gogh (1889) La noche estrellada
Así vió Van Gogh con su genio una noche estrellada

Es de noche y contemplo el cielo estrellado. Allí arriba luce bellísima Sirius, la estrella más brillante del cielo. Esa luz suya que yo estoy viendo salió de Sirius hace casi nueve años. Nació de explosiones termonucleares en las que los átomos de hidrógeno (1 protón) se fusionaron en un complicado proceso para formar átomos de helio (2 protones y 2 neutrones), generándose a la vez una enorme cantidad de energía, parte de la cual lo es en forma de la luz blanca que me está llegando de la estrella. Algo parecido sucede en el fogón de una cocina de leña chilota. Parte de la madera, es decir, de la materia implicada en el proceso, una parte ínfima en este caso, se convierte en energía térmica, otra forma de onda electromagnética capaz de viajar por el espacio, aunque cubriendo distancias mucho más cortas que la luz. Lo esencial de estos dos procesos es que la materia se convierte en energía, la cual viaja por el espaciotiempo y a su vez, puede reconvertirse en materia. Esto último es lo que sucede en el ciclo solar, donde la energía luminosa procedente del Sol engendra y nutre en nuestro planeta Tierra a toda la biosfera.

 Demos ahora un triple salto mortal hasta el ámbito de lo psicológico, que tiene como asiento la materia cerebral pero que también contiene formas de energía, a las que llamaré mentales, cuya naturaleza no ha sido estudiada todavía.

Todos tenemos la experiencia de procesos mentales que manifiestan intensidades variables. Se trata de los que llamamos emociones o sentimientos los cuales, como el amor, la rabia, la angustía o la alegría, pueden ser más o menos intensos. Están ahí dentro, los experimentamos en nuestra propia carne, empezando por el cerebro y terminando por muchos otros elementos sensibles de nuestro cuerpo. Pero lo desconocemos prácticamente todo acerca de su naturaleza. ¿De qué están hechos, cómo se transmiten? Se trata de dos problemas bien distintos y yo me voy a centrar en el segundo.

¿Pueden transmitirse los estados de ánimo de persona a persona? Sin duda. Esto se aprecia claramente entre personas a las que une una gran intimidad, como una madre con su bebé o una pareja de enamorados. Desconocemos las claves de esta transmisión, pero seguramente lo que se transmite no son señales indiscriminadas, captables por cualquier cerebro cercano al cerebro emisor, sino que solo pueden ser reconocidas por un cerebro específicamente entrenado para ello, empleando una imagen radiofónica, un cerebro sintonizado. Los enamorados captan cuándo el otro está triste, la madre intuye cuándo su hijo tiene un problema, hay gente con enormes capacidades innatas para captar las emociones de cualquier otro, etc.

La hipótesis más simple sobre el mecanismo de captación e interpretación de estas señales mentales supone que las señales se emiten mediante el lenguaje corporal y el que las capta e interpreta tiene una especial capacidad para percibir a través de los sentidos el significado emocional de ese lenguaje corporal, articulado en los movimientos de distintos órganos del cuerpo: ojos, boca, ceño, brazos, piernas; en la producción de sudoración; en la textura o temperatura de la piel; etc.

Pero también podría haber algo más. En la línea de lo que sugiere Bergson, las emociones podrían generar campos de una misteriosa por desconocida energía mental, extensibles a una cierta cantidad de espacio y capaces de atravesar dentro de él cualquier materia, alcanzando así un cerebro receptor capaz de detectar estos campos, que así inducirían en él una respuesta emocional.

J.B. Rhine (1898-1980)
Esta es la hipótesis que ha sometido a prueba esa disciplina tan denostada por los científicos que es la Parapsicología. Hasta ahora no ha tenido éxito, es decir, no ha sido capaz de diseñar experimentos cuya reproductibilidad esté fuera de toda duda. Pero parapsicólogos cuya probidad científica y rigor experimental son indiscutibles, como J.B. Rhine, han descrito algunos casos de mediums cuyos resultados adivinatorios estaban muy por encima de lo que podría esperarse por puro azar, y ello de una forma consistente a lo largo del tiempo.

Al no haber sido capaz de proponer experimentos universalmente reproductibles, la Parapsicología ha fracasado como ciencia, y todo lo paranormal es visto por los escépticos de buena voluntad como rodeado de un halo de superstición.

Pero bien podría suceder que esa misteriosa y denostada energía mental, que se expresa mediante campos, tuviera un umbral tan bajo para nuestros sistemas actuales de detección que el ruido de fondo hiciera casi imposible la realización de experimentos reproductibles.
Ocurriría entonces que solo se pondría claramente de manifiesto en dos circunstancias bien distintas:
a).- En individuos con la capacidad innata de detectar campos muy débiles de esta energía mental, que serían los que habitualmente se han designado como mediums o adivinos, gente con “poderes” de cuya existencia hay pruebas abundantes.
b).-En circunstancias donde emociones extraordinarias, muy intensas, hacen que los emisores de esta energía mental, habitualmente personas corrientes, desarrollen un campo de fuerzas muy intenso, detectable por personas normales aunque caracterizadas como específicamente sensibles a los campos de energía mental del emisor. Aquí entrarían algunos de los muchos casos de telepatía que se han descrito.

Un campo magnético. El imán se esconde debajo de un papel
blanco, sobre el que se disponen limaduras de hierro que
se ordenan según lo manda el campo de fuerzas.

Cabe también la posibilidad de que esta misteriosa energía mental, todavía presente y biológicamente necesaria en muchas especies animales, haya sufrido una evolución regresiva en Homo sapiens como consecuencia del desarrollo del lenguaje y otros sistemas de comunicación, que la han ido haciendo más y más innecesaria y como consecuencia de ello más y más débil y difícil de detectar.

En cualquier caso, para mí el problema sigue abierto, porque además una mente científica que se precie de tal debe estar siempre abierta al misterio. 

Ya lo dejó dicho Isaac Newton: “I do not know what I may appear to the world, but to myself I seem to have been only like a boy playing on the sea-shore, and diverting myself in now and then finding a smoother pebble or a prettier shell than ordinary, whilst the great ocean of truth lay all undiscovered before me”. (“No sé que puedo parecerle al mundo, pero yo me siento como un niño que ha estado jugando en la playa y disfrutando al descubrir antes o después un guijarro más pulido o una concha más bonita de lo habitual, mientras que el gran océano de la verdad permanece inexplorado ante mí”). 

Las cartas de Zener, usadas en experimentos parapsicológicos
de adivinación a distancia.

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