No entiendo por qué muchos que
presumen de tener una mente racional se niegan a aceptar la posibilidad de
existencia de modos de energía que nos son totalmente desconocidos.
Van Gogh (1889) La noche estrellada Así vió Van Gogh con su genio una noche estrellada |
Es de noche y contemplo el cielo
estrellado. Allí arriba luce bellísima Sirius, la estrella más brillante del
cielo. Esa luz suya que yo estoy viendo salió de Sirius hace casi nueve años. Nació
de explosiones termonucleares en las que los átomos de hidrógeno (1 protón) se
fusionaron en un complicado proceso para formar átomos de helio (2 protones y 2
neutrones), generándose a la vez una enorme cantidad de energía, parte de la
cual lo es en forma de la luz blanca que me está llegando de la estrella. Algo parecido
sucede en el fogón de una cocina de leña chilota. Parte de la madera, es decir,
de la materia implicada en el proceso, una parte ínfima en este caso, se
convierte en energía térmica, otra forma de onda electromagnética capaz de viajar
por el espacio, aunque cubriendo distancias mucho más cortas que la luz. Lo
esencial de estos dos procesos es que la materia se convierte en energía, la cual viaja
por el espaciotiempo y a su vez, puede reconvertirse en materia. Esto último es
lo que sucede en el ciclo solar, donde la energía luminosa procedente del Sol
engendra y nutre en nuestro planeta Tierra a toda la biosfera.
Demos ahora un triple salto mortal hasta el ámbito
de lo psicológico, que tiene como asiento la materia cerebral pero que también contiene
formas de energía, a las que llamaré mentales, cuya naturaleza no ha sido
estudiada todavía.
Todos tenemos la experiencia de
procesos mentales que manifiestan intensidades variables. Se trata de los que
llamamos emociones o sentimientos los cuales, como el amor, la rabia, la
angustía o la alegría, pueden ser más o menos intensos. Están ahí dentro, los
experimentamos en nuestra propia carne, empezando por el cerebro y terminando
por muchos otros elementos sensibles de nuestro cuerpo. Pero lo desconocemos
prácticamente todo acerca de su naturaleza. ¿De qué están hechos, cómo se
transmiten? Se trata de dos problemas bien distintos y yo me voy a centrar en
el segundo.
¿Pueden transmitirse los estados
de ánimo de persona a persona? Sin duda. Esto se aprecia claramente entre
personas a las que une una gran intimidad, como una madre con su bebé o una
pareja de enamorados. Desconocemos las claves de esta transmisión, pero
seguramente lo que se transmite no son señales indiscriminadas, captables por cualquier
cerebro cercano al cerebro emisor, sino que solo pueden ser reconocidas por un
cerebro específicamente entrenado para ello, empleando una imagen radiofónica, un cerebro sintonizado. Los enamorados captan cuándo el
otro está triste, la madre intuye cuándo su hijo tiene un problema, hay gente con
enormes capacidades innatas para captar las emociones de cualquier otro, etc.
La hipótesis más simple sobre el
mecanismo de captación e interpretación de estas señales mentales supone que
las señales se emiten mediante el lenguaje corporal y el que las capta e
interpreta tiene una especial capacidad para percibir a través de los sentidos
el significado emocional de ese lenguaje corporal, articulado en los
movimientos de distintos órganos del cuerpo: ojos, boca, ceño, brazos, piernas; en la producción de sudoración; en la textura o temperatura
de la piel; etc.
Pero también podría haber algo más. En la línea
de lo que sugiere Bergson, las emociones podrían generar campos de una misteriosa por desconocida energía mental, extensibles a una cierta cantidad de espacio y
capaces de atravesar dentro de él cualquier materia, alcanzando así un cerebro
receptor capaz de detectar estos campos, que así inducirían en él una respuesta
emocional.
J.B. Rhine (1898-1980) |
Esta es la hipótesis que ha
sometido a prueba esa disciplina tan denostada por los científicos que es la
Parapsicología. Hasta ahora no ha tenido éxito, es decir, no ha sido capaz de
diseñar experimentos cuya reproductibilidad esté fuera de toda duda. Pero
parapsicólogos cuya probidad científica y rigor experimental son indiscutibles,
como J.B. Rhine, han descrito algunos casos de mediums cuyos resultados adivinatorios estaban muy por encima de
lo que podría esperarse por puro azar, y ello de una forma consistente a lo
largo del tiempo.
Al no haber sido capaz de
proponer experimentos universalmente reproductibles, la Parapsicología ha fracasado
como ciencia, y todo lo paranormal es visto por los escépticos de buena
voluntad como rodeado de un halo de superstición.
Pero bien podría suceder que esa
misteriosa y denostada energía mental, que se expresa mediante campos, tuviera
un umbral tan bajo para nuestros sistemas actuales de detección que el ruido de
fondo hiciera casi imposible la realización de experimentos reproductibles.
Ocurriría entonces que
solo se pondría claramente de manifiesto en dos circunstancias bien distintas:
a).- En individuos con
la capacidad innata de detectar campos muy débiles de esta energía mental, que
serían los que habitualmente se han designado como mediums o adivinos, gente
con “poderes” de cuya existencia hay pruebas abundantes.
b).-En circunstancias
donde emociones extraordinarias, muy intensas, hacen que los emisores de esta
energía mental, habitualmente personas corrientes, desarrollen un campo de
fuerzas muy intenso, detectable por personas normales aunque caracterizadas
como específicamente sensibles a los campos de energía mental del emisor. Aquí
entrarían algunos de los muchos casos de telepatía que se han descrito.
Un campo magnético. El imán se esconde debajo de un papel blanco, sobre el que se disponen limaduras de hierro que se ordenan según lo manda el campo de fuerzas. |
Cabe también la posibilidad de
que esta misteriosa energía mental, todavía presente y biológicamente necesaria en
muchas especies animales, haya sufrido una evolución regresiva en Homo sapiens como consecuencia del
desarrollo del lenguaje y otros sistemas de comunicación, que la han ido
haciendo más y más innecesaria y como consecuencia de ello más y más débil y
difícil de detectar.
En cualquier caso, para mí el
problema sigue abierto, porque además una mente científica que se precie de tal debe estar
siempre abierta al misterio.
Ya lo dejó dicho Isaac Newton: “I do not
know what I may appear to the world, but to myself I seem to have been only
like a boy playing on the sea-shore, and diverting myself in now and then
finding a smoother pebble or a prettier shell than ordinary, whilst the great
ocean of truth lay all undiscovered before me”. (“No sé que puedo parecerle al mundo, pero yo me
siento como un niño que ha estado jugando en la playa y disfrutando al descubrir antes o
después un guijarro más pulido o una concha más bonita de lo habitual, mientras
que el gran océano de la verdad permanece inexplorado ante mí”).
Las cartas de Zener, usadas en experimentos parapsicológicos de adivinación a distancia. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario