martes, 11 de febrero de 2014

La lobera de Metalqui

Navegué ayer hasta la isla de Metalqui en el viaje de certificación de la Marina de Chile para la embarcación Blue Whale Explorer, botada por los operadores turísticos de la caleta de Puñihuil (provincia de Ancud, Chiloé) para el avistamiento de ballenas azules.





Metalqui (42º11,7' S  74º09,3'W) es una pequeña isla situada frente a la costa NW de Chiloé, 18 millas naúticas al Sur de la pingüinera de Puñihuil y 7  al Sur de la de Ahuenco. En Metalqui se asienta la lobera posiblemente más importante de Chile y por lo tanto de las costas sudamericanas, donde acuden todos los años, entre los meses de diciembre y mayo, miles de ejemplares del lobo marino, Otaria flavescens, para cumplir las etapas cruciales de su ciclo de vida:  las hembras paren allí, cuidan de sus crías hasta el destete y son fecundadas por los machos. Luego los lobos se dispersan, permaneciendo en la época invernal más alejados de la costa, hasta unas 50 millas, las hembras más asentadas en grupos familiares sobre roqueríos costeros y los machos más solitarios, aunque el conocimiento de estos aspectos de la vida de los lobos marinos es todavía incompleto, dadas las dificultades  del estudio.

El dimorfismo sexual de los lobos marinos es extremo. Los machos llegan a medir 3 ms de longitud y pesar unos 300 kg, mientras que las hembras alcanzan una longitud de 1,5-2 ms y un peso de unos 200 kg. Las hembras son estilizadas y bellas, mientras que los machos lucen como verdaderas bestias marinas, enormes, gordos, con cuellos gruesos y rostros feroces. En cuanto al color, las crias nacen negras y los adultos tienen colores entre el negro y el castaño claro, a veces con matices rojos. Los machos muestras sobre sus anchos cuellos especie de cabelleras que pueden ser rojizas y que han hecho que algunos llamen a estos animales leones marinos en vez de lobos.

  Cuando ayer visitamos la isla, playas y cavernas de sus caras Norte y Sur estaban ocupadas por miles de animales. El espectáculo era impresionante, parecía caótico pero sin embargo estaba regulado por leyes muy estrictas de aprovechamiento del espacio.
Los primeros en llegar hacia el mes de diciembre son los lobos machos, que luchan entre sí de modo que los vencedores se apoderan de un espacio suficiente, cerca del mar, para constituir en él su harén, ya que la organización social está basada en una poliginia estricta, cada macho poseedor de territorio llegando a ser cabeza de un grupo familiar de entre 3 y 6 hembras.
Los machos perdedores, que suelen ser los más jóvenes, deambulan por donde pueden. A los vencedores les llaman los naturalistas machos fecundantes y a los perdedores machos oportunistas. Estos últimos se disponen con frecuencia en la misma orilla del mar donde esperan la llegada de nuevas hembras a las que intentan fecundar. También raptan a veces hembras maduras o inmaduras de los harenes, a las que intentan fecundar sin mucho éxito pero con las que van aprendiendo las tácticas de dominio en una estructura social que es absolutamente machista.

En estas fotos pueden verse con más detalle algunos aspectos destacados de esta estructura social.

En la foto de la derecha, sobre un fondo de familias en las que pueden apreciarse , destacando por su cuello amelenado dos machos fecundantes, aparece  en primer plano lo que podría ser un macho oportunista, esperando en la playa hembras que lleguen a última hora y a las que, ya que no tiene territorio, pueda al menos fecundar.

                             
En esta segunda foto vemos varios grupos familiares (se distinguen hasta tres machos fecundantes, aunque quizá el de más hacia el mar podría ser un oportunista, pues no lo rodean hembras adultas, sino solo crías). También se ven algunas crías del año, caracterizadas por su color más oscuro, hasta negro. Y los jotes, fieles compañeros de estos enjambres, deambulando cerca de los lobos para aprovechar restos de comida. 



Aquí la proporción de crías es todavía mayor. Se ven dos machos fecundantes rodeados por las hembras de sus harenes. Otro macho al fondo que se mueve hacia la izquierda. Y un macho en primer plano a la derecha, distinguible aquí por su barrigón, que por su tamaño podría ser joven y al estar muy cerca del agua y sin hembras que lo toquen hasta un oportunista en sus primeros escarceos de adulto.


En fin, un espectáculo bello y lleno de autenticidad, cuya naturaleza no puede captarse en su totalidad solo con las fotos, pues hay otros dos aspectos sensoriales de estas grandes colonias de lobos que les imprimen carácter: su olor y sus sonidos.

El olor no es repugnante, pero sí muy marcado, picante y punzante, "olor a tigre" que decíamos cuando estábamos en la mili de nuestra tiendas de campaña, un inmenso olor como a sudor animal. 

Los sonidos son un clamor de berridos de todas las hechuras y tamaños. A los lobos marinos les encanta, sin duda, berrear, muchos de los animales que en las fotos tienen la cabeza apuntando hacia arriba lo están haciendo. Y los berridos tienen, claro está, distintos significados sociológicos. Las hembras paridas berrean para llamar a sus hijos, las crías berrean para llamar a sus madres, los machos fecundantes lo hacen para decir aquí estoy yo, que no se mueva ninguna de mis hembras sin mi permiso y que no ose ningún macho oportunista entrar en mi terreno. Y los pobres machos oportunistas lo hacen reclamando una oportunidad.

Todo un espectáculo grandioso.


1 comentario:

Unknown dijo...

Hola qué tal!
Leí tu nota acerca de la experiencia por las loberas, y me permitía con eso consultarte si es que podrías compartir conmigo algún contacto de lanchero o tours que trabajen en la zona.. Estoy en un proyecto de investigación donde necesitamos ir a observar y documentar cetáceos en su hábitat natural. Si es que guardas algún contacto, serías tan amable de facilitármelo??
Muchísimas gracias de antemano por leerme.
Saludos desde Chaitén!