Me refiero al verdadero amor humano.
Se ha hablado y escrito tanto de él… pero en realidad nadie
sabe exactamente de qué se trata.
No es amistad, va mucho más allá. Tampoco es atracción ni
pulsión ni deseo, vuela mucho más alto. Ni pasión, ni esperanza, ni compañía,
ni apoyo, no viene y va, no se parece al viento ni a la lluvia ni al frio ni al
calor ni a la sed. No es una propiedad del corazón ni mucho menos un efecto hormonal.
Es solo una presencia misteriosa. No está él en ti sino tú
en él. Tanto te empapa y te desborda que no consigues verlo. Lo reconoces más
por su ausencia que por su presencia. Es inmenso pero, contemplado con tus ojos cerrados desde tu
sitio en el mundo, tiene en el centro un hueco que eres tú y en ese hueco un misterio.
Es invisible pero hace sombra, son esas sombras llenas de matices lo único que percibe
tu conciencia de él, lo que unas veces te atormenta y otras te llena de paz.
Te das cuenta de que el amor supera ampliamente las posibilidades de
tu condición humana, pero sin embargo eres capaz de experimentarlo. También de rechazarlo o eludirlo. De alguna manera necesita de tí, no llegará a ser algo sin tí, esa es tu grandeza . ¿Cómo es
todo esto compatible? Quizá porque te ha sido dado, quizá porque el amor, más que algo
tuyo, es un don que te llega desde el misterio con un propósito escondido: que tú lo uses.
¿Exageras? No, de ninguna manera. Simplemente fuerzas las
palabras para intentar que lleguen a expresar lo inexpresable. Para eso, sobre
todo, fueron hechas, para ser llevadas al límite. Para que mediante ellas podamos compartir los humanos, hasta las fronteras de lo inalcanzable, toda la riqueza de la vida y el mundo.
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