martes, 11 de febrero de 2014

Las pistas que nos deja el Roende

La caca del Trauco que apareció en mi entrada del 10 febrero, hoy es el motto de esta entrada.
Cuando esta mañana le enseñé a mi vecina y amiga las fotos que había tomado sobre la “caca del Trauco” ( mi entrada del 10 de febrero) la reconoció enseguida como tal y se quedó muy impresionada, “mierda del Roende”, me dijo, “como la llamamos nosotros”.  Enseguida me dijo que esas cosas las hacía el Roende para manifestar su enfado y empezó a considerar qué causas podrían haber desatado ese enfado del Roende. Pero antes me advirtió de las contramedidas que yo podía tomar. “Cuando uno se la encuentra, debe hacerle una cruz encima con el machete, así espantará al Roende”. También me recordó la conveniencia de llevar un pito hecho de sargazos, porque al Roende lo hace huir el sonido que este pito emite.

Cuando le señalé el sitio en que la caca había aparecido, justo en mitad de un nuevo sendero que conduce a la playa, especuló con que el Roende, del que hacía mucho tiempo que no se había visto por allí ningún signo, había salido de las cuevas escondidas en que vivía en los acantilados de Punta Tilduco y se había puesto de nuevo en movimiento. Las causas podían ser varias. Podía estar enfadado por el hecho de que hubiéramos abierto un sendero nuevo quitando muchas quilas, pues en lo hondo de las quilas el Roende, como los pudúes y los zorritos, encuentra refugios confortables. También pudo ser que el Roende hubiera acudido al rastro o el olor de dos mujeres que pasaron por allí hacía unas semanas desde la playa del Elefante, donde había estado mariscando, hacia sus casas, “y ya se sabe que el Roende persigue a las mujeres”, dijo.

A mí todo este discurso de mi amiga me ha parecido maravilloso, en un sentido poético pero también en el sentido más directo y prosaico. Yo no me río de esto que otros llaman “supersticiones de los campesinos, producto de su bajo nivel cultural”, no, muy al contrario, para mí todo esto es una manifestación de su cultura, nada menos,  lo que sucede es que se trata de una cultura muy distinta a la nuestra. Desde hace muchos siglos los europeos, llevados por una interpretación muy literal de nuestros textos religiosos, hemos desarrollado un antropocentrismo exagerado, que nos ha llevado a creernos que la Naturaleza está ahí fuera para servirnos como un recurso a nosotros, reyes de la Creación. En la Naturaleza incluíamos, por supuesto, a los que llamábamos aborígenes, cuyo significado etimológico es muy parecido al del “bosque nativo”: los que estaban aquí desde el principio, los que nunca llegaron.  Luego algunos científicos y tecnólogos, que no la Ciencia, han quedado atrapados en un fundamentalismo modernista que no tiene nada que envidiarle en su pureza a los terribles fundamentalismos religiosos que asolaron Europa: Dios ha muerto, viva la Razón, esa nueva diosa que ha engendrado enseguida a su hijo el Dinero, una divinidad más abstracta que el más difícil discurso filosófico.

Yo creo en el papel central de los humanos en la conducción del Mundo y en el poder liberador de la Razón. Digo “creo” porque la verdad de mi posición no la he sometido yo a una crítica implacable, sino que la he aceptado como fundamento de mi cultura moderna. Pero intento abrir mi corazón, si no mi cerebro, a misterios tan fascinantes y entrañables como los de la mitología chilota, sus héroes y sus miedos y sus glorias. Me esfuerzo en conseguir comprender y disfrutar  esa cultura tan apegada a, tan dependiente de, la Naturaleza. Y constato que esta cultura campesina de Chiloé, en estas lejanías de lo urbano en las que me encuentro, me ayuda a entender mejor que mis presuposiciones anteriores dónde estoy y quién soy yo aquí. En definitiva me ayuda a ser mejor persona. Más solidario con los demás, como lo son ellos aquí, más tolerante con las faltas de los demás, como ellos lo practican, y más respetuoso con la Naturaleza, como ellos lo prueban en su vida diaria.


Porque si nos ponemos a descubrir diosecillos paganos y mitos, hay tantos escondidos y también manifiestos en nuestro mundo moderno, megaurbano, ilustrado, consumista, tecnológico y hasta científico… hay tanta superstición y tanto miedo, tanta necesidad y tanta ignorancia en este moderno mundo nuestro…

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