Son las seis de la madrugada, todavía de noche en este final del verano austral.
Experimentas esa sensación que puede tenerse a
veces de que estás acabado, que terminó tu tiempo, que el silencio se pliega
sobre ti y te tapa como un manto oscuro, cuajado de estrellas.
Es extraña, quizá dura, pero no
es en absoluto una sensación de fracaso. Muy al contrario, es expectante, hasta
emocionada. ¿Qué se abrirá ahora?, piensas, ¿dónde, cuándo y cómo será el nuevo
comienzo?
Porque sabes que cuando mueras de verdad, si es que alguna vez
mueres, ni siquiera te darás cuenta de que estás muriendo.
Sabes que mientras estés vivo estarás eso, vivo. Nada
menos que eso.
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