sábado, 22 de febrero de 2014

Chiloé, ¿una cultura o un recurso?

Esta imagen satélite de Chiloé, tomada de Wikipedia,

recoge muy bien la realidad geográfica de la Isla Grande 
y el archipiélago aunque falten algunas de las islas 
más alejadas.
Se ven muy bien las zonas desforestadas, los bosques,
las grandes playas arenosas como Mar Brava o Cucao,
las zonas urbanas. Puede descargarse en todo su tamaño
(5,2 MB), de la referencia remarcada en azul.
Me preocupa Chiloé. He llegado aquí por última vez, después de más de seis años de enamoramiento con ella, hace ahora justo un mes. La he encontrado tan bella como siempre, tan ensimismada también en esa belleza suya, lejana, aislada entre mares, desprevenida de los movimientos que están haciendo los que, consciente o inconscientemente, son sus enemigos y la amenazan.

No vengo aquí de redentor, ni con un paternalismo displicente y entrometido. Vengo con unas cuantas cicatrices que me han hecho en mi tierra, España y Europa, donde ya he visto las consecuencias que puede tener este falso progreso que invade el planeta y que ha desplazado y tergiversado a aquel Progreso que nació con la Ilustración y que aspiraba a cambiar para bien al mundo. Vengo con todo mi respeto y cariño para Chiloé y para Chile, con mi agradecimiento también por la generosidad con que siempre me han acogido.

He comprobado que esta angustia mía por el futuro de Chiloé la tienen aquí los más jóvenes, también muchos de los mayores, pero entre estos los sentimientos y las opiniones están más divididos y sobre todo, consecuencia inevitable de la edad, hay más resignación ante lo que se ve caer sobre Chiloé con la inevitabilidad con la que cae un meteorito destructor. Los jóvenes, más exigentes, se rebelan porque ven que les están quitando un mundo entrañable que por derecho y ley de vida debería ser de ellos. También porque los jóvenes de hoy son más maduros que nunca lo fueron y las ven venir, quizá porque el sistema mundial de dominio los rechaza, no les deja sitio para construir ese futuro que, lo repito, es legítimamente de ellos y nada más que de ellos.

¿Dramatizo? No lo creo. Chiloé, para los que han llegado de fuera como yo, es única y preciosa, irreemplazable por nada de lo que pueda traer ese progreso que llega anunciándose con el mismo ruido y la fuerza con la que el ejército persa llegaba a las puertas de Atenas en los tiempos de la Grecia clásica. ¡El progreso! El concepto, también la esperanza, más devaluado y traicionado que ha conocido el mundo en los últimos siglos. Chiloé es un tesoro frente a ese falso progreso, preciosa pero frágil como una copa de cristal de Bohemia, que necesita gente que la defienda ante unos invasores que la invaden sin escrúpulos, que llegan dispuestos a todo, muy peligrosos porque además no se dan cuenta de la amenaza tan mortal que representan. Ellos, los del progreso, están en otras cosas, por eso se creen inocentes. Están en sus crecimientos, sus rentabilidades, sus creaciones de riqueza, mirando hacia los bosques, las playas, los animales y los hombres de Chiloé desde lo alto de sus gigantescos bulldozers mentales, como si lo que tuvieran por delante fueran simplemente recursos y como tales siempre, siempre, siempre, inagotables, exprimibles hasta el infinito.

A las pruebas me remito. Están pasando cosas que anuncian tiempos de destrucción. En Castro se ha construido un Mall de dimensiones gigantescas para una ciudad pequeña, saltándose por las buenas las ordenanzas municipales y las leyes, que luego todo se arregla pagando una multa o dando dos pasitos atrás después de haber dado cincuenta adelante. Este Mall destrozará el tráfico y la tranquilidad de Castro, no traerá la música del progreso, sino sus berridos, y acabará además con un pequeño comercio que es uno de los pilares de esta ciudad. En Ancud se insiste en obtener un permiso para la construcción de un parque eólico en la playa de Mar Brava, uno de los lugares, junto con el golfo de Quetalmahue que le da entrada desde Ancud, más prístinos y bellos de Chiloé y por tanto de Chile. Y esta insistencia, después de un primer fracaso ante los tribunales, procede de estrictos criterios de rentabilidad, es más barato plantar los gigantescos molinos de viento en una playa cercana al mar que en sitios de acceso más costoso, eso es todo. Pero se compromete así irreversiblemente, pues la vida media de un parque eólico es de más de treinta años, el desarrollo de los recursos turísticos de Ancud, quizá a largo plazo la riqueza más importante que esta bellísima región tiene.

Finalmente está el puente sobre el canal de Chacao, todavía un proyecto pero con muchos visos de ser puesto en marcha. Cada día se ve más claro que este puente no se hace para beneficio de Chiloé y los chilotes. A estos el puente, con sus autopistas auxiliares y sus peajes, les encarecerá su salida de Chiloé hacia el continente. A Chiloé le abrirá un agujero en su muralla para que entren y salgan con toda su potencia los que solo quieren de ellas sus recursos, sus bosques, su bordemar, hasta su viento querrán llevarse convertido en electricidad.

Yo no creo que las autoridades chilenas y chilotas sean activamente responsables de lo que está pasando. Pero sí pueden serlo por omisión. Chiloé necesita que la defiendan. Necesita un planeamiento a largo plazo que vea a Chiloé no como un recurso, sino como una cultura, y no como algo disponible para el primero que llegue, sino como algo propio, antes que de nadie, de sus habitantes. Un planeamiento que determine con claridad qué puede hacerse, dónde, cuándo y cómo, en beneficio siempre, antes que de ninguna otra cosa, del futuro de Chiloé y su gente. Necesita también el desarrollo de leyes que la protejan. La figura del plebiscito popular como paso obligado para la implantación de grandes obras públicas que cambien la configuración del territorio. La participación de los municipios de Chiloé en los beneficios que reporten estas obras públicas o los de grandes empresas que lleguen aquí para explotar los recursos de las islas. La prohibición de adquirir cantidades excesivamente grandes de tierras, bosques u otros recursos de Chiloé por compradores foráneos. Todas estas herramientas, que no son en definitiva sino los instrumentos de una gestión democrática de una isla como Chiloé y sus recursos, ya se aplican en otros lugares del mundo, como la isla del Príncipe Eduardo en Canadá o las islas Shetland en Escocia. Conviene estudiar los resultados de estas experiencias.

Resumiendo para acabar, Chiloé necesita que se proteja su condición natural, histórica, cultural y humana, dándole a todo esto prioridad sobre la simple y ciega explotación de sus recursos. Chiloé es para Chile un tesoro que tiene que defender. Lo que Chile necesita sobre todo de Chiloé es su belleza para disfrutarla, su tranquilidad para cargar las pilas en medio de una vida ajetreada, su paz para sumergirse uno en ella y descubrirse a sí mismo, su imaginación, su fantasía mitológica, para soñar despierto, que es quizá la forma más profunda y completa de descanso. Y si no se cree que todo esto es lo más importante que Chiloé puede aportarle a Chile, que se lo pregunten no a los chilotes, sino a los chilenos, y en particular a los que viven en Santiago.


En cuanto a los chilotes, no he conocido ni uno solo que no esté orgulloso de serlo y de sus islas. Así, como han venido siendo, progresando pero desde dentro, sin necesidad de que vengan a cambiarla, que desgraciadamente es sobre todo a explotarla,  desde fuera. 

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